Mientras el sol ardiente
quema impetuoso tu rostro,
una fuerza nueva
te nace dentro
y te empuja
a apresurar el paso
para dar vida
a tu sueño milenario
de justicia y liberación.
Elisa Kidane
Deseo con estas fotografías rendir un sencillo homenaje a las mujeres de África.
Un homenaje que nos impida olvidar a esos millones de niñas, privadas de infancia por matrimonios precoces y concertados. A las que son mutiladas en nombre de tradiciones absurdas ancestrales sacralizadas. A las que han arrebatado libertad, dignidad y futuro porque han sido secuestradas, violadas, obligadas a combatir y convertidas en esclavas sexuales.
Un homenaje para recordar a esas mujeres generosas y valientes que trabajan de sol a sol, que tienen que andar kilómetros y kilómetros para buscar agua y leña para cocinar, que cultivan o comercian para mejorar aunque solo sea un poquito la vida de sus familias, o para pagar la escolaridad del hijo que expulsaron de la escuela.
Un homenaje para pensar en las que mueren durante el parto, paludismo, VIH y a causa de otras enfermedades que se podrían evitar a poquito que se tocasen el corazón las grandes potencias.
Un homenaje para sostener a las madres en duelo por los hijos que perdieron sus vidas y sus sueños en el mar embarcados en miserables pateras, buscando simplemente un futuro digno para los suyos.
Ellas son sal, medicina y esperanza de África. Siembran paz y esperanza en terrenos calcinados por las sequías y las violencias de las guerras. Y con la criatura amarrada con la lapa fuertemente a sus espaldas, se comprometen con valor y energía para crear un mundo más humano y más justo y, ocupar en él, el lugar que les pertenece.