Vinieron por separado, pero vinieron que es lo que más deseaba en el mundo. Los primeros que se animaron y abrieron brecha fueron mis sobrinos. Más tarde lo haría mi cuñado Jesús, y finalmente mis hermanas. No hay nada que uno disfrute más que el poder compartir su vida y sus sueños con los que ama. Se que mi familia sufrió mi secuestro en carne propia, y se me hacía un deber el convencerlas de venir a disfrutar de mi pueblo. Quería que viesen con sus propios ojos que el sacrificio había merecido la pena.