“Voy a pasar por aquí, pero solo una vez. Cualquier bien que pueda hacer o cualquier acto de amabilidad que pueda mostrar a cualquier ser humano, déjame hacerlo ahora. No me dejes aplazar, ni descuidar esto, porque no volveré a pasar por este camino”, escribió el misionero cuáquero Etienne de Grellet, hace ya muchos años. Y a fe que el pensamiento nos viene como anillo al dedo en estos tiempos oscuros de pandemia que vivimos.
Y es que uno se cansa de leer críticas contra los chinos, contra el gobierno, contra los vecinos, contra el mundo. Todos tienen la culpa de que estemos como estamos, menos yo. Me viene a la memoria un consejo del escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe que decía: “que cada uno barra delante de su propia puerta, y todo el mundo estará limpio”. Y hablo de barrer en sentido figurado, porque también se barre la soledad, el hambre y la miseria.
Y es precisamente eso lo que está haciendo mi amigo Manuel Segovia con su empresa Segovia’s Distributing Inc: echar una mano a quienes en este momento lo necesitan. Bueno, no una mano, las dos. En un mes han distribuido gratuitamente 4.4 millones de libras de fruta y verduras, lo que significa para nosotros 2 millones de kilos, que se dicen pronto. Y esto siempre con un gesto de amabilidad, porque sabe que el ser pobre no te hace menos humano, ni menos merecedor de respeto. San Antonio, Albuquerque, Las Cruces, El Paso, son ciudades-testigo de la generosidad de Manuel.
En lo que a mí me toca, cada sábado, a las 7:30 de la mañana, voluntarios de mi parroquia agustino recoleta de Little Flower, van a las bodegas de la calle Shell a llenar sus camionetas con 350 cajas, que luego repartimos entre los más necesitados. Primero nuestros ancianos y enfermos. Y todos terminan con la sonrisa en los labios, tanto los que llevan la despensa, como los que la reciben. Es muy bonito descubrir que sí hay alguien que piensa en mí, que no estoy sola, que me quieren, me decía una anciana.
Bob Marley encuentra razones para el optimismo en su canción Three Little Birds: “Don’t worry about a thing, cause every little thing’s gonna be alright” (No te preocupes por nada, porque cada cosa pequeña va a estar bien). Incluso nos invita a comenzar el día con una sonrisa: Rise up this morning, smile with the rising sun (Levántate esta mañana y sonríe con el sol naciente).
Al final, como alguien dijo una vez, los problemas no tienen tamaño, lo tienen las personas. Hay personas con un corazón tan grande que, cualquier problema, del tamaño que sea, lo ven como una ocasión para ser amable y ayudar a quien vive a su lado.
Es por eso que insistía Eduardo Galeano en que mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo. Y lo logras simplemente barriendo tu puerta.
Un ratoncito, ya desesperado, le contó a su mejor amigo ratón: “No puedo soportar que vaya a donde vaya, todo huele a queso, y voy a suicidarme”. Este, sorprendido, le dijo: ¿te has fijado que llevas una bolita de queso en el bigote? Es hora de levantarse y mirarse al espejo, no sea que también nosotros tengamos queso en el bigote.