Se me ocurrió decir en el Centro de Detención (Processing Center) que cada tres semanas debía de contar una historia y publicarla en España, y ahora tengo “historias” en lista de espera. Todos me quieren contar la suya, e incluso me piden que diga su nombre, que si a los que leen sus historias les sirve de algo, que está bien.
El protagonista de hoy me insiste en que diga su nombre y así lo hago, porque se lo prometí.
“Mi nombre es Yuni Anchondo y viví aterrorizando a la gente de mi ciudad, en New México, por causa de mi comportamiento violento. Me tenían miedo y nadie quería acercarse a mí”.
Yuni, me siente nervioso y me tranquiliza, “no se preocupe padrecito, todos allí afuera y aquí adentro saben que he tirado bala, movido droga, que me he emborrachado… El uniforme que me han asignado (viste el color rojo) lo dice todo”.
Me cuenta que lo detuvieron el día 14 de febrero del 2018. “La policía me buscaba hacía mucho tiempo y ese día me arrestaron. Para mí no fue un arresto, sino una liberación. En los últimos 13 meses, 5 de los 11 compañeros que movíamos la droga, están bajo tierra.”
“Ustedes lo llaman conversión, pero yo no sé. Lo único que le puedo decir es que en la prisión Jesús me encontró roto, triste, golpeado y muy solo, pero El me salvó y me cambió para siempre”.
Me pide un favor: “dígales que soy otro, que no me tengan miedo, que he cambiado”.
Y prosigue: “Un día me cansé de estar encerrado una y otra vez, de perder a mi mujer, de perder a mis hijos por culpa de mis adicciones, y me enfrenté a Dios. Le pregunté si yo también le importaba. Y allí, en la cárcel, descubrí leyendo la Biblia que Dios había usado para su plan de salvación a adúlteros, ladrones, asesinos, pastores, cobradores de impuestos, a traidores…. cambiándoles el corazón. ¿Por qué no habría de cambiar el mío? Decidí cambiar y fiarme de Jesús. Le dije que, si él quería, podía curarme. Y me sanó”.
Creo que Yuri se da cuenta de que estoy escuchándolo emocionado.
“Mire, padrecito, yo le corrí a Dios por 40 años de mi vida sirviéndole al enemigo. Vivía en una mentira. Y a nadie puedo culpar más que a mí mismo. Dios no provocó mi encarcelamiento (o si, para mi bien), Él nunca me abandonó. A mí nunca me faltaron los buenos consejos de mi madre, ni de mi padre. Tampoco puedo culpar al Sistema de Justicia por mi encarcelamiento. Si hubiese sido obediente de la ley de Dios y de la Justicia, nunca hubiese pisado una cárcel”
Sonrío y prosigue: “Dios todavía no ha terminado conmigo. Hasta hoy El sigue trabajando en mí. Me está cambiando poco a poco. Una de las cosas que me enseño es a perdonarme a mí mismo y a dejar el pasado atrás. Nunca olvidaré las buenas obras que Dios ha hecho en mí. Estoy encarcelado, pero soy libre. No estoy con mi familia, pero la amo y me aman. Y, lo más importante, me han perdonado. Solo sueño con recuperar el tiempo perdido. Cuando salga, lo primero que haré será buscar a las personas a las que he hecho daño, a las personas a las que he ofendido, y pedirles que me perdonen y que me den la oportunidad de ser un hombre nuevo. Y es que, y eso lo aprendí leyendo la Biblia, soy un hombre nuevo, una criatura nueva”.
Le doy un abrazo. De pie y con la mano en la puerta enrejada, termina: “Mi abogado me dice que en un mes o mes y medio podré salir. Nos vemos afuera, rece por mí. Dígales que no me tengan miedo.”
Tengo que ser brutalmente franco: me cuesta mucho creer en esos «cambios»…tal vez porque aca en mi pais,el delincuente que ingresa a la prision,ni bien empieza a profesar una religion o creencia,pasa a un pabellon mas «ligth» y con mejores condiciones…Y no es de extrañar que al poco tiempo recupere la libertad,tan solo para volver a las andanzas y seguir en su camino de daño….
A lo mejor este muchacho sea la excepcion…Ojala.
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