“No soy Dios, soy un hombre (como decir un alga), pero exijo calor en mis raíces, almuerzo en mis entrañas. No pido eternidades llenas de estrellas blancas, pido ternura, cena, silencio, pan, casa…” Jorge Debravo (poeta costarricense)
Hace frío, mucho frío, y las noches se hacen interminables sin ternura, sin cena y sin casa… Al atardecer, los “sin techo” de El Paso, esos que vemos acarreando sus pertenencias en carritos de supermercado y piden ayuda garabateando mensajes en una caja de cartón, van acercándose a Myrtle Ave como las mariposas a la luz. Solo los violentos son rechazados, a todos los demás se les da techo y comida caliente.
“Tratamos a todos con respeto y dignidad, sin juzgarlos. Sin distinción de género, orientación sexual, o creencia religiosa. No importa que tengan problemas emocionales o psíquicos”, me dice Ray Tullius. “Algunos están luchando contra alguna adicción (alcohol, drogas…), otros han sido abusados, o han perdido a todos sus seres queridos y llevan viviendo hace años en la calle”, añade.
Si alguien puede entenderlos es el propio Ray, porque él también fue uno de ellos. Todo comenzó, me dice, con un milagro. Su mujer Lilly perdió por causa de un incendio su hogar y se vieron en la calle. Su hijo sobrevivió a pesar de sufrir quemaduras graves en el 93% de su cuerpo y les dio los nietos que hoy alegran y ponen color a sus días. Y en ese invierno de 1994, juntos, decidieron luchar por lo imposible: impedir que más gente muriese en la Ciudad de El Paso, Texas, sin un lugar donde protegerse del frío y donde saciar su hambre. Así nacieron los Centros Opportunity para Homeless (vagabundos), para los más vulnerables. Y a su sueño se unió gente que vivió en carne propia el abandono. Hoy ayudan a Ray y Lilly en la dirección.
El mundo lo cambian las personas que siguen adelante cuando los demás se rinden creyendo su sueño imposible. En mi vida me he topado con gente maravillosa que siempre contagia esperanza y ganas de seguir luchando. Si tuviese que nombrarlos la lista sería interminable, porque sigo creyendo que el bien abunda más que el mal en este mundo. Aquí, en El Paso, Texas, me siento honrado con la amistad de Ray Tullius. No hay homeless (vagabundo) en la ciudad que no lo conozca. Y sus centros Opportunity brillan en las noches paceñas tanto como la Estrella de la montaña Franklin.
Hoy el sueño de Ray y Lilly Tullius se ha cristalizado en 4 shelters (albergues) de emergencia y 7 centros permanentes y provisionales donde se educa y forma para que los desheredados de la sociedad puedan abrazar de nuevo la vida con entusiasmo. A nadie se le niega una nueva oportunidad. Todos reciben los servicios necesarios 24 horas al día, 365 días al año. De ahí el nombre del Proyecto.
Me he propuesto que nuestros jóvenes pongan su granito de arena en el Proyecto, y nos hemos ofrecido varias veces para cocinar y servir la comida. Es lo que llaman la pedagogía de la acción: a ser generoso se aprende, siéndolo. Y a ser agradecidos con la vida, se aprende viendo cómo otros se abrazan a ella con pasión. Nada llena más el alma que dar una sonrisa y recibir otra sonrisa a cambio.
Le digo a Ray que lo voy a hacer famoso en España y se ríe. “No necesito ser famoso, y si escribes algo, que no falte mi mujer porque ella siempre ha estado a mi lado dándome fuerza”, me dice.
-Nos vemos pronto, Ray.
-Sí, ven, aunque no traigas comida porque hace tiempo que no te doy un abrazo.
Recuerdo a Bertolt Brecht,
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”.
Como Ray y Lilly Tullius.