¿Te cortas tú, o te corto yo?

Africa ken kahuthukuma oh keyan Temporada 1: Diciembre 2005

Medalla de oro

Sábado, 3 de diciembre del 2005: San Francisco Javier, Patrón de las misiones

San Francisco Javier siempre me ha resultado una fecha entrañable. En su castillo me impusieron el crucifijo misionero. También ese día recogí con Santi y Sagrario la «Medalla de Oro de Navarra» en representación de todos los misioneros. En la eucaristía  he pedido a mi paisano que nos eche una mano, que nadie mejor que él sabe de dificultades misioneras.

Ha llegado corriendo Rene pidiéndome que atienda a John Bangura porque le había picado una víbora mamba. Le pregunto si está seguro de que era venenosa y John me dice que se le quedó colgando de la mano y que la pudo ver bien. Es profesor en nuestra escuela y conoce perfectamente las serpientes. Quemo el machete con una vela y lo limpio con alcohol.

-¿Te cortas tú, o te corto yo?

-Usted, mejor, padre.

 Le hago un corte profundo en cada huella de los colmillos para ayudar a sangrar la herida y que la piedra negra se adhiera perfectamente. No mueve un solo músculo. Es como si le hubiese metido la cuchillada al árbol en que se apoya. Vendo la herida y le pongo un torniquete. Ya solo falta esperar. Por lo visto, por el simple hecho de haber traído un lote de medicinas y de poseer un botiquín con una cruz roja bordada, el pueblo y la comunidad me han otorgado el título de enfermero oficial.

 Domingo, 4 de diciembre del 2005: Segundo Domingo de Adviento

He ido con Luís y con la vieja moto honda a celebrar misa a Kayonkro. Nos hemos metido un tortazo morrocotudo y me han caído la moto y Luís encima de la rodilla. Esto aumenta mi amor por este medio de transporte hasta el infinito. La verdad es que no se cómo se nos ocurrió venir en moto y no con el land-rover. Pero es que no hay vehículos suficientes para atender las aldeas.

Les he preguntado en la misa qué podíamos hacer para «preparar el camino» como nos invita en el evangelio San Juan Bautista. Sus respuestas me impresionan cada día más.

Debemos limpiar el corazón.

-¿Y qué significa limpiar?, pregunto yo.

Lo que hizo usted con el suyo, me contesta la misma persona. No dejó que el odio creciese y volvió a nuestro país.

¿Os imagináis qué cara se le queda a uno? Y siguen diciendo: «compartiendo nuestro arroz con el vecino», «visitando a los enfermos», «cuidando de nuestros hijos para que no se enfermen», «viniendo a la iglesia a dar gracias a Dios»… ¿Gracias? Cuando yo no veo demasiados motivos para que le den gracias, ellos los encuentran a montones. El caso es que me han hecho olvidar el mal humor que se me quedó con el accidente, y me he propuesto pensar seriamente en las veces que he callado esa simple y hermosa palabra: «gracias». Y como propósito de adviento me comprometo a repetirla con más frecuencia a Dios y a los hermanos.

Me llama la atención el que en las aldeas siempre nos regalan gallos o cabritos, nunca gallinas y cabras. Neneh me ha dado una sencilla explicación: los machos no sirven para nada, por eso los regalan. Las gallinas ponen huevos y los incuban, y las cabras dan leche y crías a las que amamantan, pero un macho es inútil y puedes reemplazarlo fácilmente. ¡Dios santo!, espero que no piense lo mismo de nosotros. La verdad es que tener 4 gallos en la misión no deja de ser un problema porque nos aturden con su «ki-ki-ri-ki». Hace unos días Neneh mató al gallo pinto que durante largo tiempo había sido «dueño y señor» del gallinero. Era incapaz de vivir en paz y en comunidad, y se pasaba el día peleando. Ahora el «mero mero» es el gallo rojo que me regalaron en Kamanameh. Ya le he dicho que como se le suban mucho los humos, terminará en la sopa como su predecesor en el trono.

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Por la tarde visito a John Bangura. La mano tiene buen color y solo le duele un poquito el brazo. Parece que la «piedra negra» y su secreto, siguen haciendo milagros. ¡Que pena que no las podamos volver a comprar! Sería ideal poder repartir una en cada aldea.

Lunes, 5 de diciembre del 2005: Día de la Orden

Edgar y yo salimos a Freetown muy temprano, a las 5:00 am. Debemos revisar el land-rover (¡una vez más!), recoger una factura pro forma en Motor Care para presentarla al Gobierno de Navarra, y pasar por Lungi para conocer el funcionamiento de su Escuela Vocacional.

Realmente no me siento nada de bien, tengo sudor frió y dolor de cabeza, pero tampoco quiero obsesionarme con el tema. Estoy un poquillo más sensible que de costumbre y mando un texto a Ramón para ver si me pueden llamar Rodrigo o Rafael desde Madrid. Hoy es uno de esos días en los que echas en falta a los hermanos, la Eucaristía concelebrada, la sobremesa, las bromas… Me llama Rafael y lo agradezco de verdad, e intento disimular que se me raja la voz por la emoción. Me dice que vais a celebrar juntos la Eucaristía en Getafe y me uno a ella con el corazón. Cierto que la comunidad es una carga a veces, pero ¡cuánto la echo en falta en estos momentos!

Estamos solos, cansados…, pero nos sentimos más que nunca unidos a nuestra familia agustiniana. Casi sin quererlo, pero la imaginación se me va a la parroquia de El Santo Ángel, en El Paso, TX. Este día, Jesús Recio montó una celebración por todo lo alto y todos disfrutamos de una solemne misa y una surtida mesa.

Edgar decide que vayamos a cenar con sus amigos filipinos de UNAMSIL (United Nations Mission Sierra Leone). Algunos de ellos vuelven a su país y celebran una cena navideña de despedida.

Así no nos sentiremos tan solos, me dice.

Nos acogen con cariño y brindamos con Lambrusco por el día de nuestra Orden. Cantan villancicos y canciones populares en tagalo. Les doy las gracias y les pido disculpas por no poder estar más animado, pero les aseguro que mi corazón esta feliz en su compañía.

Miércoles, 7 de diciembre del 2005

Me he realizado el examen de sangre en Makeni, y os puedo asegurar que el enfermero que me atendió nunca saldrá a hombros, ni cortará oreja en ninguna plaza: me ha acribillado el brazo a pinchazos para encontrarme la vena, siete en total. Y toda la vida he sido donante de sangre hasta padecer la primera malaria en 1998.

En recepción lo arreglaron un poco. Así, a ojo, en el apartado edad pusieron 40 años. ¡Toma alimento para mi autoestima! Y estos canijos llamándome «Granpa» (abuelo).

Casimiro, a pesar de intentar convencerlo de lo contrario, ha salido solo a las aldeas y me ha dolido en el alma no poder acompañarlo, pero me siento demasiado débil, con dolor de cabeza, mareos y con escalofríos. Así que me toca descansar en casa.

 Jueves, 8 de diciembre del 2005: Inmaculada Concepción de María

Por la mañana voy con Edgar a Makeni para conocer los resultados de mi análisis de sangre: Malaria tipo Plasmodium Falciparum. O sea que, de las cuatro posibilidades (Plasmodium Falciparum, Plasmodium Vivax, Plasmodium Ovale y Plasmodium Malariae), el mosquito Anópheles me ha obsequiado con la peor. Esto es algo así como coleccionar cromos. No se cual de ellas agarré en 1998, pero me hubiese gustado saberlo para no repetir y así poder completar el álbum. El de las tifoideas hace tiempo que lo tengo lleno, concretamente desde 1998. Recuerdo que por agarrar, agarré una con un nombre bien exótico: Proteus OX-19. La verdad es que más que una enfermedad parece que uno se ha comprado un carro nuevo.

El doctor me ha permitido seguir el tratamiento en la casa tras prometerle solemnemente que iba a hacer reposo absoluto y tomarme religiosamente las 10 pastillas diarias que me recetó. Leo el prospecto de la cajita de Artesunate que me da: «used in the treatment of cerebral malaria and emergency treatment of critical cases» (usar en el tratamiento de malaria cerebral y como tratamiento de emergencia para casos críticos). Un poco asustadillo si que me siento, ¿por qué negarlo? Antes la panacea antimalárica era el Halfan, ahora es el Artesunate. ¿Cuándo querrá Dios que encuentren la vacuna?

A las 8:00 p.m. ha llegado Casimiro pálido, con vómitos y temblando. Después de la primera noche se sintió mal y tuvo que caminar 9 millas hasta el cruce con Kambia. Allí tomó un transporte público que lo dejó en la misión. Se ha bañado y lo hemos llevado al hospital. Han llamado al doctor y le ha puesto una regañada tremenda. Y es que, al bueno del coreano, no se le ocurrió otra cosa que, al día siguiente de salir del hospital, largarse con la moto a decir tres misas por aldeas cercanas. Y por si eso era poco, el miércoles, sin escuchar los consejos de nadie, se fue a visitar por tres días las aldeas del interior.

Me esperan y debo ir, decía.

Y ni estrellándolo contra la pared le haces cambiar de opinión. Así que el doctor lo ha internado y no lo piensa soltar en menos de 5 días. Y yo me he librado porque no iba preparado con pijama, porque también quería dejarme allí. Ya no se cree eso del «reposo absoluto» en Kamabai.

Pero es que el hospital deprime un poco. No tiene cocina y cada enfermo debe agenciarse la comida como puede. También tienes que llevar tu papel higiénico, toalla y jabón. ¡Y dicen que es el mejor del país!

Viernes, 9 de diciembre del 2005

Me he levantado tarde, porque he pasado toda la noche sudando. Me siento mareado, sin fuerzas y agotado. Temblando como unas castañuelas y sin apetito. Casi, casi como nuestro viejo land-rover. Es increíble cómo un simple mosquito puede darte semejante revolcón. Pero claro, si corres el encierro en las astas, tarde o temprano el toro te pilla. Y nosotros últimamente lo hemos corrido metidos en el mismo morro del toro. Y en nuestras aldeas hay tanta enfermedad, tanta miseria… Era imposible que después de tanto picotazo no nos topásemos con el bendito «falciparum».  Lo que está claro es que no es lo mismo «correr el encierro» y que te pille el toro a los 35 que a los 53 años. Aquí el orden de los factores sí altera el producto.

El doctor me ha pedido que apunte el día exacto en que me sienta con fuerzas. Debemos aprender a «ser humildes y reconocer nuestra debilidad» (son sus palabras textuales). Sonrío al recordar el diploma que me dieron en Valladolid antes de mi primera partida a Sierra Leona: «al más humilde de la comunidad«. Y es que a mí a humilde no me gana nadie, faltaría más.

Al primer síntoma hay que acudir al hospital. En mi caso, dice, le he dado 9 días de ventaja al virus por esperar a ver si me curaba solo, y por no saber reconocer los síntomas. La verdad es que desde hacía tiempo no me sentía bien, pero creí que era parte de la adaptación. Y Rene me decía que en África daban con frecuencia esos bajones físicos.

La teoría nos la sabemos muy bien: manga larga, no salir al amanecer ni al atardecer, usar repelente… El doctor nos quiere y no deja de repetirnos esos consejos. Pero creo firmemente que una de las cosas más importantes en nuestra misión es la visita a las aldeas, compartiendo con nuestra gente alimento y techo. Eso les hace felices y así nos sienten más cercanos. Y para quedarme en mi habitación me hubiese quedado mejor en El Paso, Texas.

Como dice el bueno de Casimiro:

Los mosquitos no vuelan alto, no pican en el segundo piso, solo cuando bajamos a convivir con las personas.

Por la tarde he acompañado a Edgar a visitar a Casimiro. Le hemos llevado para cenar sopa de pollo, unas galletas y unos plátanos. También un termo de café caliente con leche en polvo. Está como enjaulado, pero no lo sueltan. Me río solo, imaginándome tumbado en la cama de al lado unidos «en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad todos los días de nuestra vida».

Al volver nos hemos cruzado en el camino con Rene, que volaba al hospital con Francis, nuestro catequista. Gracias a Dios que pudo echar a andar el land-rover amarillo, porque ese si que camina de milagro. Seguimos ejerciendo de «Seguridad Social».

 Sábado, 10 de diciembre del 2005

La Comunidad sigue funcionando al 50% con Casimiro en el hospital y yo aparcado en la casa como un cacharro inútil. Rene se ha ido a dar de comer a Casimiro, y Edgar se está dando una auténtica paliza limpiando el depósito de agua, porque lo teníamos en unas condiciones deplorables. ¡Y es el agua que usamos diariamente!

Visita a Hunduwa con Jonathan, 12 mayo 2009 011

He ido a Makeni, al hospital de Masuba, porque estoy ardiendo en fiebre y tiritando. El doctor está en Freetown. A mi lado, sentada con su niño mamando una leche imposible, una muchacha joven. Su pecho está seco y lacio de tanto alimentar.

 -Tiene malaria, me dice.

Yo también, le respondo.

Y me mira con una dulzura infinita como agradeciendo que comparta su dolor. Y allí, sentado en la banca de madera pienso en el  Niño Dios, «Verbo hecho carne», que habitó y que habita entre nosotros. Un Niño Dios que sufre deshidratación y malaria, y que nace y muere cada día en nuestras aldeas, obsesionado en mostrarnos el auténtico camino para cambiar el curso de la historia, el camino del amor y la hermandad; el camino de la justicia, de la solidaridad y de la paz. Un Niño capaz de poner su Luz en el punto más negro de nuestra noche. María, la de la ternura y el pecho seco y lacio, está aquí, a mi lado, amamantando a su retoño y esperanza. Me dice que las medicinas son caras. Le doy los 20.000 le. que tengo en el bolsillo y me sonríe agradecida. Me siento mejor.

virgenafricana

Vuelvo a Kamabai y le rezo a la Virgen de Africa por su gente. Y le pido salud para todos. Y disfruto contemplando la imagen del Niño entre sus brazos. Permitidme que os envíe una fotografía de nuestra Virgen, porque es realmente hermosa.

Domingo, 11 de diciembre del 2005

Voy a concelebrar la misa en el Santuario con Rene porque todavía me mareo bastante y no tengo fuerzas suficientes para ir a ningún sitio caminando.

Al salir de misa nos han avisado de que en Kamankay ha muerto un hombre por mordedura de serpiente mamba. Da una rabia tremenda no poder hacer nada. Si en esa aldea hubiesen tenido una «piedra negra», ese hombre seguiría hoy con su mujer y sus hijos. Solo tenemos dos y parece que problemas legales con la producción en Bélgica nos impiden conseguir más. ¿Podéis intentarlo otra vez? Solo una vez más, por favor. Algo tan simple como poder repartir una «piedra negra» en cada aldea es lo que marca la frontera entre la vida y la muerte de muchas personas.

Hemos hablado de la situación de Casimiro. A mí se me parte el alma cada vez que le llevamos la comida. El Doctor continua en Freetown y dice que los análisis de malaria y tifoidea dan negativo, pero Casimiro sigue vomitando, tiene escalofríos, y está pálido. Le han puesto, por fin, un suero. Yo he hablado al Hermano Manuel, de Mabesseneh para que nos aconsejase. Dice que si ha tomado algún profiláctico, puede tener malaria aunque el test salga negativo. Me dice que pidamos un análisis de hemoglobina y que si lo creemos conveniente se lo llevemos a él, que lo atenderá con gusto. Vamos a esperar a que vuelva el doctor el lunes, pero si no vemos mejoría, creo que lo mejor es llevarlo al Hospital de los Hermanos de San Juan de Dios.

Lunes, 12 de diciembre del 2005: Virgen de Guadalupe, Patrona de las Américas…, y de Kayonkro

 Sin mariachi, pero ahí os va:

Buenos días, Paloma Blanca,

hoy te vengo a saludar,

saludando tu belleza

en tu trono celestial.

Niña linda, niña santa,

tu dulce nombre alabar;

porque eres tan sacrosanta,

hoy te vengo a saludar.

Reluciente como el alba,

pura, sencilla y sin mancha.

¡Qué gusto recibe mi alma!

Buenos días, Paloma Blanca.

En el corazón de mi familia hay un lugar especial para la Virgen de Guadalupe. Mi madre se llamaba «Lupita» y siempre tenía en sus labios canciones mexicanas. De ella aprendí las canciones de José Alfredo Jiménez, Jorge Negrete, Pedro Infante y otros. En mi habitación siempre estuvo colgada la imagen de la Virgen Morena. Y guardo grabada en una cinta su canción de despedida: «Que seas feliz, feliz, feliz, es todo lo que pido en nuestra despedida…» Cuando se le hizo realidad el sueño de visitarme en nuestra misión de Chihuahua, lo primero que quiso conocer al pisar tierra mexicana fue el Santuario de La Virgen de Guadalupe. Más tarde, mi comunidad de Little Flower  me ayudó a refrescar esa devoción infantil. Y ahora, recuerdo con nostalgia esas mañanitas a la Virgen en la madrugada, y el chocolate caliente, con pan dulce, compartido, y la misa solemne con mariachi…

Por eso hoy no podía quedarme en casa y le pedí al doctor permiso para acompañar a mi compañero a celebrar la fiesta de Kayonkro.

Si no conduce, está bien, y se toma juntas estas tres pastillas de Doxipyrin.

Y allí nos fuimos Edgar y yo, a celebrar la Virgen de Guadalupe, a una aldea perdida en el bosque, a una hora de Kamabai. No había mariachi, pero con qué pasión tocaban los tambores en honor de su patrona. Y qué curioso  me sonaba «el espiritual negro» donde antes acostumbraba a oír el «corrido». Creo que hasta la Virgen Morena miraba, entre sonriente y sorprendida, a esos hijos suyos, bastante más prietitos que ella, cantando y danzando en su honor.  Luego, Edgar se empeñó en que les contase la historia del indio Juan Diego.

Nos invitaron a comer y le pedí a Nuestra Señora que al menos hoy me librase de las tifoideas, solo por hoy, mientras me recupero de la malaria. Y como casi siempre, nos regalaron un gallo, dos papayas y un montón de plátanos. Claro que ya no pregunto el por qué del gallo y no la gallina: la última vez me lo dejaron bien clarito.

Le hemos llevado cena a Casimiro y lo hemos encontrado francamente recuperado. Mañana martes, lo podremos traer a casa. Parece que lo que tenía es un «virus tropical» que ocasiona los mismos síntomas que la malaria y la tifoidea. Sea lo que sea, el caso es que ya sonríe y tiene ganas de platicar.

Tenemos que hacer una lista de necesidades para un posible segundo contenedor, ¿tu qué piensas?, le pregunto.

Pide sujetadores.

-¿Queeeeeeeeee?

Brasieres, ¿o acaso estás ciego y no les ves los pechos a las muchachas en las aldeas? No los usan porque o se gastan el dinero en comida o se lo gastan en sujetadores. Y aquí son carísimos, así que pide que te envíen.

Y termina,

Antes de Navidad debemos montar una fiesta con película y baile.

-Joderrrrrrr, Casimiro, que alegría que ya estás bien.

-¿Por qué dices eso?, pregunta.

Pues porque ya comienza a funcionar tu cerebro coreano, amigo mío.

¡Sujetadores…! ¿Y a quien le pido yo sujetadores? Ya me imagino a mis compañeros poniendo un letrero en el tablón de anuncios de los colegios, o en la puerta de las iglesias: «Se solicitan sujetadores de todas las tallas para nuestra misión de Kamabai» Y a mi gritando en las aldeas: «Casiiiiiii, échame uno copa 3 para la señora» ¡Dios santo!

Cundo subimos al land-rover para regresar a Kamabai, me entró una llamada del P. Provincial. Parece que Javier Marcilla ha corrido la noticia de que el «falcipalum» me pegó un buen revolcón. De todas formas se agradece, de corazón, el interés de los hermanos. Al menos a mí, creo que me hace más bien que el Artesunate y Doxipyrin juntos.

Os dejo a las puertas de la Navidad, a poquitos días de que venga a visitarnos ese hermoso Niño que hace verdad y vida propia los versos de Neruda:

«Dadme para mi vida todas las vidas,

dadme todo el dolor,

de todo el mundo,

yo voy a transformarlo en esperanza».

Hace ya muchos años que aprendí un villancico que oí en el Festival de Villancicos Nuevos de Pamplona. Y desde entonces lo he ido enseñando y cantando allí donde me ha tocado servir. Hoy más que nunca resuena en mi corazón su melodía que quiero compartir con vosotros deseándoos lo mejor en estas fechas y en el próximo año nuevo.

«Llévale este trigo, trigo,

a los niños que no tienen pan,

a lo niños que mueren de hambre,

sin saber lo que es Navidad.

Llévale este trigo, trigo,

a los niños que no tienen pan,

y en sus manos que tiemblan de frío,

una espiga de amor brotará.

Llévale este trigo, trigo,

y sabrán lo que es Navidad».

Lo mejor para todos en esta Navidad y que el próximo año se cumplan todos vuestros sueños.

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Mis queridos amigos:

He recibido con sorpresa alguna carta dirigida a mi correo, otras al correo de la Curia Provincial de Madrid, ofreciendo vuestra colaboración y ayuda. ¿Qué decir? Veo con estupor cómo lo que nació como un simple desahogo entre amigos, se ha convertido poco a poco en una vía de comunicación de nuestras sencillas vivencias misioneras y de la esperanza y lucha de este pueblo por un futuro mejor.

Algunos me preguntan por la famosa «piedra negra» y su real efectividad. Y cómo es que pueden ayudar para conseguirla. Otros están interesados en los ritos de «iniciación» y quieren saber qué hacemos los misioneros al respecto de la ablación femenina.

Mi más sincero agradecimiento por vuestro interés y vuestro apoyo. Prometo ir poco a poco contestando vuestras preguntas, aunque creedme que no es fácil indagar en el secretismo de sus ritos de iniciación.

Por ahora, permitidme que comparta con vosotros unos párrafos de un correo que se me remitió desde nuestra casa de Madrid y que nos humedeció los ojos esta Navidad. Y después, como siempre, algunos apuntes de nuestro diario vivir.

Esta misma mañana, siguiendo sus instrucciones, he hecho pequeño ingreso, (700 euros), en la Cta. de la Orden. Dado que el texto no permitía más hemos indicado: JL. GARAYOA-S.LEONA/15763883M.      

Seguimos leyendo, mi mujer y yo mismo, con gran satisfacción las aventuras de José Luis y muy torpe seré si no consigo que lo lea algún amigo por si «pica».

Espero que el año que comienza pueda seguir colaborando un poco con ese «sinvergüenza» de navarro que eso sí nos pone al desnudo todas nuestras vergüenzas de «asquerosos consumidores».

Intentaré felicitarle la Navidad y animarle, por si hace falta, a seguir siendo pobre con los pobres.

Aprovecho la ocasión para desear a toda la Orden lo mejor en esta NAVIDAD con un abrazo especial para los que están en «el frente», en vanguardia, y que el año que viene se incorporen a la causa muchos jóvenes.

 Hasta siempre.

 Jueves, 15 de diciembre del 2005: El contenedor

Nos han urgido desde España para que vayamos a revisar los papeles que nos han enviado vía DHL. Los necesitamos para comenzar a movernos antes de que llegue el contenedor. Nos toca viajar a Edgar y a mi, puesto que en el sobre no pusieron la dirección completa y lo enviaron a mi nombre. Nos hemos pegado la sorpresa de que el contenedor llegó a Freetown el martes 13 de Dic., y que debemos movernos rápido para que no nos carguen almacenaje. Pero, ¿por donde empezar? Se nos ocurre llamar a Pa Manso, un «usefull man» (hombre para todo) que dicen por aquí y buen amigo del obispo.

Yo sabía que Dios estaba en todas partes, pero hoy aprendí que Pa Manso está en «casi todas». Es un hombre con una sonrisa que no le cabe en la cara, y sabe en cada momento qué puerta tocar y a qué teléfono llamar. El se encarga de los contactos para sacar el carné de conducir, arreglar tu residencia, o conseguirle a Rene un visado para la Comunidad Económica Europea… Nos tranquiliza y dice que nos va a presentar al hombre adecuado: Sophian.

Decía mi amigo Santi en su libro «Recuerdos de Africa«, que este humilde servidor, tenía más tablas que la Pinta, la Niña y la Santa Maria juntas. Pero el bueno de Santi no conocía a Sophian. En la escuela de la vida, lo mío es solo un aprobadillo raspado, comparado a su «matrícula de honor». Y si os gusta más la comparación de los barcos, dejadme que os diga que con sus tablas podríais reconstruir la Armada Invencible. Sophian trabaja para caritas de Makeni en Freetown y se mueve entre las oficinas portuarias como pez en el agua. Sabe sentarse durante horas sin pestañear, mientras yo no paro de mover inquieto el trasero en la silla. Y cuando el encargado de turno aparece, no afloja ni un dieciséis hasta sacarle la firma correspondiente. Vaya, que entre lo que yo sabía y lo que Sophian me está enseñando, podría montar una academia.

Hemos hecho un listado de a quienes y cuanto hay que pagar. Querían cobrarnos en dólares, pero Sophian les ha dicho que ni hablar, que la moneda oficial es el león, que las leyes obligan a pagar en leones, y que él no entiende de dólares (una mentira blanca, pero asiiiiií de gorda). Solo hay que pagar en dólares el scanner del contenedor (200 $), para asegurarse de que no viajan materiales peligrosos.

Pasamos el día de aquí para allá. Dejamos a Sophian el dinero que tenemos para comenzar a pagar lo más urgente, y nos volvemos a Kamabai con intención de pagar el resto la semana siguiente.

Cuando le comento a Rene la buena impresión que Pa Manso y Sophian me habían ocasionado, va y me dice que Pa Manso trabajó hasta hace muy poco como Jefe de Protocolo del Presidente de la Nación. Ya decía yo que ese hombre sabía más que los ratones colorados. Un tesoro más a almacenar en la memoria telefónica del celular.

Viernes, 16 de diciembre del 2005: Misas de aguinaldo.

Tenía ganas de vivir mi primera Navidad entre el pueblo de Sierra Leona, pero se mezclan a partes iguales la curiosidad y la nostalgia de la familia y de la tierra. Aquí la soledad te estruja el corazón con un poquito más de intensidad e intentas aferrarte a los recuerdos y tirar «p’a lante».

Pero dejadme que os platique un poco sobre las misas de aguinaldo que mis hermanos filipinos han importado desde su tierra. A mi me recuerdan mucho las «posaditas» mexicanas. Esa celebración sencilla y popular que rememora el momento en que Maria y José buscan angustiosamente un lugar para pasar la noche. Cómo disfruté de las posadas en Little Flower, repartiendo chocolate caliente y dulces para los niños. Y qué bien se siente uno cuando, de una vez por todas, abre las puertas de su corazón, a Maria, José y el Niño.

En Kamabai rezamos el rosario a las 5:00 de la mañana, seguido de la misa a las 5:30. Eso significa que debes comenzar a caminar hacia el Santuario a las 4:30 a más tardar. Menudo susto le metí al gallo el primer día. Me miraba desde su cama-árbol como diciendo «¿y a ti que se te ha perdido a estas horas?» La verdad es que yo me preguntaba algo parecido.

En el camino comienzas a distinguir un hormiguero de niños que van caminando a tu lado. Es increíble: ellos se conocen por el nombre y yo, si no se ríen, no les veo ni la cara. Todos van con tazones chinos de plástico reciclado con mil colores. La Iglesia se ve hermosa toda iluminada. Edgar ha llegado primero para conectar el pequeño generador y poner villancicos por los altavoces, y así crear un ambiente navideño. Llegan también andando desde las aldeas vecinas a participar en la eucaristía (¿a qué hora habrán salido?). Y, después de la misa cantada y bailada, café con leche en polvo y «petete» para todos (el petete es una especie de patata dulce que en Costa Rica llamaban camote).

Es una gozada ver disfrutar al pueblo de tan sencillo regalo. Sabiendo que para alguno de los niños será su única comida del día, intentamos ser espléndidos en el reparto. Hay quien repite, pero me sorprende ver que se lo lleva a casa para compartir con quien no pudo venir.

Alguien nos dice que hasta los musulmanes están contentos y extrañados de que los católicos se reúnan para rezar tan temprano. Como que ellos, los musulmanes, son más amigos de ayunos y oraciones mañaneras que nosotros. ¿Tendrá razón mi amigo el Imán Fofana?

Domingo, 18 de diciembre del 2005

He ido a celebrar misa a Kamankay y la verdad es que me merecía un buen tirón de orejas de parte de Diosito. Casi me da un poquillo de vergüenza deciros el motivo, pero ahí va.

Pues resulta que viendo bailar y cantar a la gente me vino, no se por qué, a la cabeza la Conferencia Episcopal Americana y sus últimas reformas litúrgicas. Y es que pareciera que cada vez le quieren echar más cubitos de hielo a la celebración: no se aplaude, no se ríe, no se canta en el momento de la paz, ni se baja a dar la paz al pueblo… Y también, «niño eso no se hace, eso no se dice, eso no se toca» (que cantaría Serrat). Hay que controlar a los niños, para que en la eucaristía dejen de serlo y se comporten como adultos. He visto con mis propios ojos parar la misa hasta que una madre, muerta de vergüenza, se saliese de la iglesia con su niño. Y es que el llanto no permitía rezar a la asamblea. Y a mí que me encanta que las eucaristías se pueblen de niños… Pobres de nosotros el día que falten de la celebración, nos quedamos sin futuro.

Recuerdo que publicaron en la revista Río Grande de la diócesis de El Paso, Texas, una especie de señales de tráfico con los gestos litúrgicos para que todo el pueblo los entendiese perfectamente: sentados, de pie, de rodillas, izquierda, derecha… Todo, por la seriedad y solemnidad de la liturgia.

Aquí, en la liturgia africana, todo es especial. Lo es, por ejemplo, la celebración de las ofrendas. Ese momento en el que  pones en el altar algo de lo tuyo para sumar al sacrificio. Después de pasar uno a uno depositando lo que buenamente pueden, se llevan los dones al final de la iglesia, y desde allí se reciben al pie del altar con una danza de agradecimiento a Dios por el pan y el vino, la vida y el arroz, la salud y la familia, el gallo y los plátanos, la cassava y la amistad… Al final, se cuenta en público el dinero recogido y todos aplauden al conocer la cantidad. Hoy recogieron 1.850 leones (1 dólar son 3.000 leones), que pasarán a engrosar el fondo de emergencias de la comunidad, y están contentos.

Es también especial el momento de la paz. Si no bajas tú, suben todos al presbiterio, comenzando por los niños. Y te dan la paz de una forma muy hermosa: primero se tocan el corazón, luego te dan la mano, y se la vuelven a llevar al corazón mirándote a los ojos. Y es que si la paz no nace del corazón y descansa en él, no sirve de nada. ¿Cuantas veces no damos la mano por inercia en nuestras celebraciones, sin pensar un momento siquiera en la persona que la recibe?

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¡Ah!, y si los niños lloran, sacan el pecho, les dan de mamar y asunto resuelto.

Es cierto que yo nunca he sido un portento en cuestiones litúrgicas. Y eso lo sabe muy bien mi profesor Fr. Ángel Pérez Garrido. Todavía recuerdo mi último examen «de órdenes». Pasé la noche en vela leyendo «El sentido teológico de la Liturgia», de Vagaggini, porque me habían dicho que las preguntas irían por ese rumbo. Pues no, el P. Garrido me suelta de sopetón:

-¿Cuantas velas pondría usted en la iglesia ante la visita del obispo?

Y yo, que no me callo ni debajo del agua, le contesto:

-Dada la excelencia de la visita yo le pondría todas las que tuviese a mano.

¡Dios santo!, toda la noche en vela para enterarme, al día siguiente, de que cuando me vengan sus eminencias a visitar, debo tener a mano 7 velas.

Y ahora, en Kamankay, disfruto imaginando aquí, a mi lado, a mi obispo americano Armando, con los ojos abiertos como platos, mientras es abrazado por sus sonrientes y danzarines hijos. Y no puedo controlar este ataque de risa boba.

Os voy a confesar un pecadillo. Resulta que en Makeni hay un sacerdote, Víctor Suma, que tiene televisión con el satélite deportivo Super Sport, y además es buen amigo mío. Tenemos una clave en el momento de la ronda de radio que se hace todas las mañanas a las 7:30. Desde el control se constata que todos estamos bien en la diócesis, y se aprovecha para enviar mensajes si fuese necesario. Si no tienes nada que decir, simplemente contestas «Kamabai listening», y punto. Y si necesitas dar un mensaje dices «Kamabai al Obispo». Y al final de la ronda te pasan conexión con él. Pues bien, en ciertas ocasiones él pide «Holy Spirit a Kamabai, para José Luis». Y cuando le dan el pase me dice:

-Jose Luis, I need your help to confess at 8:00 pm., over

 Lo que traducido significa:

-José Luis hoy televisan a Osasuna a las 8:00 pm., vente a verlo, cambio y corto.

Y hoy tuve la dicha de ver en directo el robo que sufrimos los osasunistas en Madrid tras la expulsión de Puñal. Y como me conocéis, sabéis muy bien todas las palabras en castellano castizo que aprendieron estas buenas gentes ese día. No las escribo porque Rodri las censuraría todas, pero de sobra conocéis cuales son. Edgar y Casimiro me acompañan y también se han hecho hinchas del equipo. Y en el resto de la diócesis, todos están sorprendidos de mi disponibilidad para oír confesiones a pesar de las limitaciones de mi ingles. ¡Mea culpa!

Martes, 20 de diciembre del 2005

Después de comer, salgo con Edgar para Freetown para enviar al P. Seve Cáceres, de Haren Alde, nuestra solicitud de ayuda para la Escuela Vocacional RENACER (Reyno de Navarra Center). La verdad es que resulta muy complicado montar perfectamente el proyecto con las limitaciones de comunicación que padecemos. Espero que el Gobierno de Navarra también sea consciente de ello.

Hemos ido con Bassan, el libanés, a cambiar dinero para pagar a Sophian el resto de la deuda y poder liberar el contenedor del puerto. Hago cuentas y hiervo de coraje. Estamos viviendo aquí la misma situación que se vivió en Costa Rica y Nicaragua en tiempos de la guerra sandinista: el dólar tiene mucho mejor precio en el mercado negro. Pero lo triste es que tenemos que morir al palo. La próxima entrada al País, pasaré el dinero «en salva sea la parte», como lo hice la primera vez. No creo que los intereses del banco en España sean mayores que lo que perdemos aquí en el cambio. Y hago cualquier cosa con tal de defender el dinero que pertenece a nuestra gente.

Miércoles, 21 de diciembre del 2005

El Obispo me había avisado de que en Sierra Leona, los agentes aduanales siempre tienen hambre, pero en estas fechas más. Y resulta que toda la ropa usada que llega al País debe pagar impuesto de importación. Pregunto extrañado el por qué si es ropa para donarla en las aldeas, y la respuesta me deja petrificado: estamos cansados de permitir a las ONG que la traigan gratis, y luego encontrarla en venta en los mercados. Miro a Sophian y me echo la mano al bolsillo para sacar 20 $. En un par de días he aprendido a leer en sus ojos cuando debo «incentivar» y cuando no. Y por esa suma, el agente de aduanas «no ve» las cajas de ropa en los listados del contenedor. En caso contrario, la ropa usada nos habría salido a precio de Chemin Lacoste. Si alguien creía que la patente de «la mordida» era exclusivamente mexicana, está muy, pero que muy equivocado.

Los que me conocen dicen de mí que soy un poco impaciente, pero a ellos querría ver yo por aquí de oficina en oficina.

-¿Y cuando llega fulanito de tal?

– He’s coming (está viniendo).

Y el «he’s coming» es la traducción literal del «ahorita» mexicano. Recuerdo qué cabreos me agarraba en Ciudad Madera, Chihuahua, en mi aprendizaje misionero. «Ahorita», «ya mero», «ya no dilata»… Y nunca sabía uno qué capacidad de «dilatación» tiene el tiempo en México. Casi, casi, la misma que aquí el bendito «he’s coming». Le pregunto a la secretaria:

-He’s coming from here o from China?

Y Sophian se ríe y me dice:

-It is African time father

Vaya, que por aquí la tierra gira a la velocidad que le viene en gana, y por ello el tiempo africano también corre distinto.

Al salir a la calle casi me atropella una «señal divina» sobre cuatro ruedas. Leo en su chapa frontal: «patience is medicine to the life» (la paciencia es la medicina de la vida). Sophian me mira sonriendo mientras le digo en español:

-No te rías, puñetero, yo no pude tomar de esa medicina porque tú habías vaciado antes las farmacias.

-What?

-Nada, majo, que I need this medicine, ja,ja,ja.

Terminamos de coleccionar todas las firmas pertinentes y arreglamos la salida del contenedor para que llegue a la misión el día 25 por la mañana. Así tenemos un par de días para arreglar allí la descarga.

Jueves, 22 de diciembre del 2005

Hemos regresado a casa con los deberes hechos y con un Master en «Aduanas y Agencias Portuarias de Sierra Leona». Nos vendrá bien para próximos envíos. Mientras hago la colada, oigo a Rene ensayar con los críos villancicos de navidad y su última composición a la Virgen.

Hay tantas cosas que no os puedo describir…, que me gustaría que vieseis y oyeseis con vuestros propios ojos y oídos…

Con los villancicos, por ejemplo, pasa algo muy peculiar: con la misma pasión aporrean los tambores en un «Adeste fideles», que en el «Ande, ande, ande, la marimorena». El caso es aplaudir, cantar y bailar. Y cantar, lo que se dice cantar, cantan como Dios les da a entender, pero con qué salero tocan la percusión niños y grandes.

Viernes, 23 de diciembre del 2005

Pues no, no estaba delirando el coreano cuando me anunciaba en el hospital el baile que debíamos montar. Menuda la que ha organizado. Ahora, mientras os escribo, nuestra gente esta viendo la película «Spider- man 2». Después, el baile.

Ha llenado su ordenador con música africana para todos los gustos, con cintas que ha pedido prestadas a los jóvenes de la comunidad. Y se ha traído de Makeni 10 cajas de refrescos para la venta. El precio 1.000 leones por persona con derecho a película y baile. La pena es que tiene problemas con el sonido y la gente comienza a impacientarse y a pedir que les devuelvan el dinero. No importa que el sonido sea bueno o malo, lo que quieren es volumen, y el pobre de Casimiro no lo consigue.

Alrededor del terreno vallado hay un montón de vendedores ambulantes intentando ganarse unos leones, pero también se quejan de la poca asistencia y le echan en cara la ausencia de propaganda. Le digo a Casimiro que a Jesús por menos lo crucificaron, así que es mejor que les devuelva el dinero, deje la entrada libre y santas pascuas.

No, devoluciones, me contesta.

Me fui a la cama y di gracias a Dios por verlo desayunar al día siguiente sano y salvo.

Naturalmente que, tras la nefasta experiencia, me propuso otra de sus originales sugerencias:

-Tienes que pedir que te manden un buen equipo de sonido para organizar buenas fiestas.

Tomo nota para el próximo contenedor. Todo lo que sea necesario para que no me crucifiquen al coreano.

Sábado, 24 de diciembre del 2005: Nochebuena

 Hoy me ha estallado el espíritu de la Navidad en la cara. Resulta que estaban cuatro críos, tres niños y una niña, peleándose en la puerta de nuestra casa. Bajé y me puse de parte del más débil y más pequeño: en este caso de la niña. Para consolarla le di a ella sola una paleta, y nada a los tres perillanes por su mal comportamiento. Miré luego por la ventana para ver su reacción, y por si tenía que volver a actuar. Se me encogió el estómago. La niña mordió la paleta, la partió en cuatro partes, y le dio una a cada uno de los niños. Salí de nuevo, emocionado les dije «gracias», algo que ellos no entendieron, y les di un puñado de dulces.

Por la tarde, Edgar se puso a preparar algo especial para cenar. Hizo un puré de petete, y le puso encima tallos tiernos de arroz. Yo, mientras tanto, cocí unos huevos duros e hice una ensalada fría con un par de botes de espárragos árabes, una lata de aceitunas negras, un bote de pepinillos, y ajo y cebolla bien picaditos, que habíamos comprado en Freetown para la ocasión. Además, pudimos regar nuestra especial cena navideña con un botellón grande de sangría «Don Serra», que también encontré perdido en el supermercado de los libaneses.

Y después de la cena, a las 10:30 pm., la misa para celebrar el nacimiento del Niño Dios. Por primera vez celebraba el Misterio en tierra africana con el estruendo de los tambores y las danzas. Dios se hacía hombre entre los más pobres, y ellos disfrutaban en su presencia. Y en silencio profundo pedimos el don de la paz para nuestro País, la paz para nuestras familias, y la paz en nuestro corazón.

Domingo, 25 de diciembre del 2005: Navidad

«Ay que triste es andar en la vida

por sendas perdidas, lejos del hogar,

sin oír una voz cariñosa, que diga amorosa,

llegó Navidad…»

Ni recuerdo ya las veces que he tocado con la bandurria y cantado en los asilos este villancico en tiempos de jolgorio y juventud. Y cuantas lágrimas he visto correr en rostros curtidos en mil batallas y hambrientos de calor y de ternura.

Hoy los entiendo un poco más porque también tengo encogida el alma, y porque echo de menos a los que amo, y a mis hermanos de tantas navidades compartidas.

Y se me va la cabeza a la rifa de Mesilla, y a Recio cantando los números con su voz templada, y al incombustible Antonio repasando quinas y llenos para repartir con justicia la suerte final, y a los pimientos rellenos de bacalao de Ricardo, y a Miguel intentando poner orden en una Pastorela a 10 voces, y al «dale la vuelta que a mi no me toca nada» de Andrés, y a Juanito haciendo trampas jugando con dos cartones, y a mi santo sucesor Antonio Lasheras, y al último miembro de la cofradía del «ácido fólico», Oviedo, y a mi asesor especialista en File Maker, Mena… ¡Cómo extraño aquellas navidades vividas en hermandad! A ellos les debo un agradecimiento profundo por haberme aceptado y querido con mis propias limitaciones. También el artículo que nunca escribí sobre mi experiencia en el Sur USA y nuestras reivindicaciones tipo «el Sur también existe», frente al favoritismo que intuíamos hacia el Norte. Algún día pagaré esa deuda que hasta ahora me impidió pagar la pereza.

Soy tremendamente afectivo y no es fácil la incomunicación en la que vivimos. Tenía por costumbre llamar a mi familia desde el rincón donde estuviese y compartir su afecto, aunque no su mesa. Contaba las horas de diferencia y esa llamada a la hora de la cena reconfortaba el alma. Envié textos por teléfono a los amigos y a la familia (no disponemos de cobertura para más), pero se que no llegan más que el 10% de los mensajes, aunque Celtel me cobra todos. Tampoco yo recibo muchos. En estos días dejé el teléfono colgado del árbol, pero por la saturación del sistema, dicen, no recibí ninguno. Estoy seguro de que entre los que la saturación de la compañía impidió llegar, estaban los vuestros.

¿Lo bueno? No hay peligro de perder la dieta en estos días por los dulces o los excesos en la mesa. Os digo mi menú del día: por la mañana un café y un plátano, por la tarde tres plátanos, y para cenar una latilla de sardinas en agua y otro plátano. Y os prometo que eso provoca hasta una sonrisa, porque se que algún día lo contaré riéndome ante una mesa bien servida. Lo que duele es lo otro, el sentiros lejos en la distancia, y solo cercanos en el corazón. Pero, como decía mi madre, «esto también pasará, hijo mió».

entregadeadobes

Lunes, 26 de diciembre del 2005

He ido con Casimiro, Bunda y Hassan a Kanikay para hablar con el Chief del poblado acerca de nuestros proyectos y ver qué terrenos piensa donar para la construcción de la Escuela y de la Iglesia Little Flower. Para variar, el Chief es musulmán, pero nos ha recibido con una gran cordialidad y con un galón de mampa (God to man, ¿recordáis?). Parece que últimamente se me dan bien los musulmanes, aunque éste, comparado con mi «Fofana», no deja de ser un monaguillo principiante a pesar del gorrillo coqueto con que se adorna la cabeza.

El caso es que, después de una animada charla, nos ha dejado elegir el lugar que más nos gustase. Y si nos tomamos otro galón, nos regala el pueblo entero. Nos hemos sacado unas fotos en el terrero donado dándonos un apretón de manos como señal de trato, y ya solo queda apurarle para que nos de los papeles. Pero eso está hecho. ¿Os podéis imaginar a un Chief musulmán donando los terrenos para una iglesia católica? De cine, vamos.

Ya en su casa, le hemos pedido reunir a todos los líderes de la zona y proponerles cooperar con una cantidad de dinero, según sea el numero de habitantes de su poblado, para construir un par de puentes. Ellos cooperan con uno y nosotros hacemos el otro. Casi nos besa los pies. El sabe la importancia que tienen esos puentes, y nosotros, después de la visita que hicimos por la zona y la malaria que agarramos, también. Todo el producto de plátanos, naranjas, aceite…, tendría una salida fácil a la carretera y podría comercializarse mejor al posibilitar la entrada de vehículos a los poblados. Es más, abrimos prácticamente una vía directa a Bumbuna. Seguro que mi amigo Joaquín estaría orgulloso de los apaños de «ingeniería técnica de caminos» que hemos hecho el coreano y yo con tres cuartillas y un lapicero.

Y queremos, sobre todo, demostrar a la gente que si se ponen de acuerdo pueden conseguir muchas cosas que antes les parecía un sueño. Vaya, llevar a la práctica el tan consabido slogan de que «la unión hace la fuerza».

Es algo en lo que insistimos constantemente: si quieren algo, deben luchar por ello y poner todos los medios a su alcance para conseguirlo (que desgraciadamente suelen ser muy pocos). Y a donde ellos no lleguen, llegamos nosotros con la ayuda exterior. No pueden permanecer siempre sentados esperando una limosna.

La verdad es que si nos hemos volcado en esta zona es porque realmente se sienten implicados en los proyectos. Ya tienen hechos 3.000 blocks y apartada la madera. Me encantaría que vieseis a una comunidad entera, con el agua hasta la cintura, robándole al río la arena para el cemento, y limpiando a cuchillo una zona con no pocos alacranes y culebras. Y están cansados, y tienen familia, y deben caminar lejos para buscar el sustento…, pero como ellos dicen: la escuela es para el futuro de nuestros hijos y la iglesia para reunirnos como familia.

Me vienen a la cabeza las tontas preguntas de mis chavales de confirmación de Little Flower:

-¿Y si ayudamos a llenar las canastas el día de Acción de Gracias, nos cuenta como proyecto de servicio comunitario?

Joderrrrrrrrrrrrrrrrrr (ya se que lo vas a censurar, pero me da la gana de escribirlo, Rodri), aquí los traería yo un par de días para quitarles lo descafeinado y enseñarles lo que significa de verdad servir a una comunidad: niños riendo, con blocks en la cabeza durante horas, y sin coca-cola ni pizza al final.

Hoy estoy más animado, incluso le digo al coreano que lo veo un poco pachucho, como amarillo.

Oye, José Luis, te recuerdo que soy de raza amarilla.

Solo nos falta un piel roja para montar el arco iris. La verdad es que los dos estamos bastante mejor, pero con una pequeña diferencia: el pesa 55 y yo 80 kilos. Le digo que a este paso va a dejar en nada el milagro del «caminar sobre las aguas», porque él lo va a poder repetir en la primera salida. Y es que es casi un ángel, esto es, espíritu puro dotado de entendimiento y voluntad y, en el caso de Casimiro, poco cuerpo.

Hemos visitado al hermano ciego de Hassan. Estaba con fiebre alta y temblando. El diagnóstico, después de padecer en carne propia los mismos síntomas, es fácil: malaria. Insisto, ¿no habrá forma de que un buen oculista lo pueda ver en España a través de algún programa de cooperación? Si alguien me lee y se le ocurre alguna idea, que se ponga en contacto con nosotros, porque puede cambiar una vida. Si era triste «ser ciego en Granada» por no poder contemplar su belleza, lo es infinitamente más el «ser ciego en Kanikay», y depender de la caridad de quien tiene lo justo para sobrevivir. Por de pronto, solo podemos volver a Kamabai y regresar con pastillas Artesunate, y rezar la oración que Hassan nos pide.

constructores

También Bunda y Hassan vuelven contentos. Ellos son los constructores, nuestra gente, y llevan ya sin trabajar bastante tiempo con  demasiadas bocas que alimentar. Cada proyecto les ilumina la cara porque saben que tienen trabajo seguro ellos y toda su cuadrilla de peones. Y en sus hurinki (las tres piedras donde cocinan los limbas) volverá a hervir el arroz con un poquito más de frecuencia. Ya os lo dije en otra ocasión: preferimos que los beneficiarios directos de las obras y de vuestra generosidad sean la gente de nuestro propio pueblo, y no una empresa de construcción libanesa.

clarisas

Martes, 27 de diciembre del 2005

 Nos hemos quedado cuidando la casa Rene y yo y, mientras matábamos una tranquila mañana, nos han invadido la misión las Misioneras Clarisas. Traían su propia comida: arroz, carne con champiñones y cebolla, empanadas, ensalada fría, refrescos…!Uhmmm! No se con qué cara miraría yo la cesta, porque enseguida nos han invitado a comer. ¡Qué delicia!  Yo me comí al menos cuatro empanadas a la vista, y otras dos a escondidas. Celebramos así, aunque con un poquito de retraso nuestra  «particular Navidad culinaria», y todavía reservamos suficiente para nuestros hermanos.

Después, los villancicos con la guitarra de Rene y la flauta de una Hermana japonesa. Y una sincera invitación de mi parte:

Hermanicas, no tienen por que esperar hasta las próximas navidades, también pueden venir a visitarnos en Pascua. ¡Ah, y no se olviden de las empanadas, pleassssse!

Estamos algo preocupados porque no ha llegado el contenedor. Desde Makeni, Edgar ha logrado contactar con Sophian y le ha explicado la demora. Tenía todas las firmas en la mano, pero el de la llave se había ido de vacaciones. ¿La llave?, ¿la llave de qué? ¿A que suena a tebeo? Me sospecho que el de las benditas llaves lo que busca es su aguinaldo personal.

Miércoles, 28 de diciembre del 2005: Día de los Santos Inocentes

Por la mañana, en el Oficio Divino, hemos soltado una carcajada general. Casimiro ha programado para hoy, día de Los Santos Inocentes, la fiesta de Bandankoro, aldea que tiene como patronos a La Sagrada Familia. Al darse cuenta del error nos dijo que estaba bien, que ya les diría que el lugar donde mejor se crían y se cuidan los niños es en el calor de una familia. Vamos, algo así como aquello de «hoy es día de San José, y como San José era carpintero y los confesonarios son de madera, hablemos de la confesión».

A las 4:00 p.m., salimos para Freetown para ver qué esta pasando con el contenedor. No vaya a ser que conozcan la tradición española de esta fecha y nos quieran tomar el pelo cantándonos aquello de «¿dónde están las llaves Matarile-rile-rile?». Y donde realmente estén sea «en el fondo del mar Matarile-rile-ron, chispón». Lo que tengo claro es que yo no me vuelvo a Kamabai sin el bendito contenedor.

Por la noche fuimos a cenar a la orilla del mar a Roy, un restaurante libanés. Y os puedo asegurar que hacía mucho tiempo que yo no me reía tan a gusto a carcajada limpia.

Vimos en varias mesas cómo los clientes chupaban de una especie de pipa gigante y le animamos a Casimiro a pedir y fumarse una. ¡Pues bueno es el coreano para que le empujen!

Ok, dijo.

Y mareó al camarero para que le explicase el funcionamiento y le trajesen una.

Lo teníais que haber visto chupando con toda su alma de aquella larguísima manguera, después de poner el tabaco debajo de carbones ardiendo con una especie de incienso. Preguntamos el nombre del artilugio porque, según Rene, yo era un periodista que escribía una especie de «Guía Michelín» para Africa, y que por lo tanto les interesaba muy mucho tratarnos bien. Nos dijeron que era una «Shecha pipe», y que los árabes la fumaban habitualmente. ¡Ah!, y la atención, exquisita.

 –También quiero un brandy, nos dijo Casimiro.

Solo estuvo tres meses en España y el canijo ya sabía pedir Carlos I. Gracias a Dios que allí no sabían nada acerca de la monarquía española, porque nos habría salido a un ojo de la cara.

Luego, una copa de helado en China Town, y un rato en el café Internet para ponernos al día de los correos.

Jueves, 29 de diciembre del 2005

Hoy hace ya tres meses exactamente que llegué de nuevo a Sierra Leona, y me sorprende ver con qué intensidad se vive la vida en la misión. Que razón tenía el que escribió que «es mejor llenar los años de vida que la vida de años, y que la vida no dependía de la duración, sino de la intensidad con que se vivía». Hay quien es capaz de vivir en un mes lo que a otro le cuesta vivir 10 años. Me admira el ver con que pasión y alegría vive la vida nuestra gente a pesar de las dificultades. No he visto a un solo niño aburrirse. Y todos ellos son capaces de construirse los más increíbles juguetes.

Tenemos todo arreglado para la partida del contenedor el 30 por la noche (¡por fin!), y es la primera vez que realmente podemos gozar de una estadía tranquila en la capital. Y la estamos disfrutando a tope. Además hemos venido los cuatro, y eso nos ayuda a convivir más estrechamente y a compartir juntos buenos momentos.

El día transcurre tranquilo entre llamadas de amigos y familiares. Estaban preocupados por la falta de comunicación en estos días de navidad, pero nos fue imposible llamar antes. Les dije que me sentía un poquito extraño porque el Niño Dios no me había regalado nada, y que tampoco creía que Kamabai estuviese en el itinerario de los Reyes Magos este año. Pero ya sabéis cómo es Dios cuando le da por apretar, aflojar, o regalar. Todo lo hace a lo grande. Y a mi me tenía reservada alguna sorpresa.

Abrí un correo de Rodrigo que decía,

José Luis, ponte en contacto con esta persona porque os quiere dar una pequeña ayuda, y mándale fotografías con el original de lo que escribes.

Yo, obediente como casi siempre, me puse en contacto de inmediato. Uso nombres ficticios porque me pidieron ser discreto y no airear la identidad de la familia.

-¿Silvia?

– ¿José Luis?, si, soy Silvia, cuelga que ahora mismo te llama mi papá

 Al momento suena mi móvil.

-José Luis, soy Antonio, yo he pensado en ayudaros con pozos de agua porque en la televisión veo que en Africa es necesaria, pero si quieres podemos comenzar por otra cosa.

Y yo,

-oye, Antonio…

 Y él,

-¡Que gusto me da que hablemos! Yo lo que quiero es hacer el bien a esa gente e ir un día a conocerla, pero si tú me dices si quieres que comencemos haciendo una escuela, tu decides…

Por fin, le hago saber que el presupuesto de un pozo de agua para una aldea es de alrededor de 4000 dólares, y él me suelta:

-Comienza haciendo cinco pozos.

-¿Queeee?

-Que hagas cinco pozos o una escuela, lo que quieras.

-¿José Luis, José Luis, estás ahí?

Claro que estaba, amigo Antonio,  pero con un nudo en la garganta que me impedía abrir la boca por la emoción. ¡Cinco pozos de un porrazo! Esto es, más salud y bienestar para cinco aldeas: Kakendema, Kamankay, Kapethe Bubu, Bandankoro y Bumban Kendeka. Y me dice Antonio que es el principio de una generosa colaboración con este pueblo pobre y agradecido.

Ni te imaginas las ganas que tengo que vengas, amigo mió, para que te llenes el corazón de sonrisas y cariño. Te aseguro que os encantará compartir con nosotros unos días la alegría y la esperanza de nuestra gente. ¡Ja!, y te prometo que no te faltarán los plátanos.

A Alejandro lo conocí hace siete años en Las Cruces, New México y, al contrario de lo que suele suceder en las adopciones, en este caso fue él quien me adoptó a mí. Y, desde entonces, fui con Aletio al peluquero y al doctor, y a la escuela cuando era necesario defender sus derechos. Me dijeron que era un niño especial. Yo, después de tanto tiempo de quererlo, lo único que le veo especial es su corazón. Un corazón en el que no cabe el resentimiento, solo el amor profundo por su familia biológica, y por la inmensa familia «adoptiva» que con su ternura y simpatía ha logrado. Claro que, detrás de un hijo con tan buen corazón, hay una madre que le enseñó a querer y que supo sembrar en él buenos sentimientos. «Clau» lo es todo para Alejandro, y Alejandro lo es todo para «Clau». Los dos, como dice Alejandro, se quieren «al límite», como solo las personas que aman de verdad saben hacerlo, y los dos tienen que luchar muy duro por encontrar un futuro mejor.

Ahora, Alejandro, cuenta en la High School mis aventuras, y está orgulloso de que ayude a la gente pobre. La verdad es que uno trabaja más tranquilo sabiendo que Aletio le pide todas las noches a Diosito, a la Virgen de Guadalupe, y a Juan Pablo II que me cuiden y que si me enfermo, me recupere pronto.

Hoy me ha llamado y le he prometido que cuando nos volvamos a ver (estoy plenamente seguro que Dios volverá a cruzar nuestros caminos), le daré todos los regalos que no le he podido entregar por vivir en África. Su respuesta es otra de las hermosas sorpresas que Dios me tenía reservadas en esta Navidad:

-Mi mejor regalo de la Navidad eres tú, cuídate porque te quiero mucho.

Gracias, «Prietitos», por vuestra amistad y por vuestro cariño.

Viernes, 30 de diciembre del 2005

Dicen que en este mundo queda poco por inventar, al menos en lo que al arte de desplumar incautos se refiere. Todos hemos oído hasta la saciedad acerca del timo de la estampita, o del número premiado…, y la gente sigue cayendo. Y seguro que casi todos nosotros hemos pensado, «a mi eso nunca me pasará». Yo incluso presumía de «espabilao», y de conocer todas las técnicas de defensa contra esos pillastres.

Tuve la dicha de acompañar a Jubera en uno de esos famosos viajes a Italia, con el doble propósito lúdico-cultural, que realizaba con los muchachos del Colegio San Agustín de Valladolid. Después de 10 años de trabajar en la Ciudad de los Niños, creí saberlo todo acerca de la picaresca de la vida, y arengué a los muchachos para que tuviesen cuidado de sus pertenencias. Nada más bajar del autobús, vi venir a nuestro encuentro a un grupo de gitanas con un montón de churumbeles. Inmediatamente puse alerta a mis muchachos, «mucho ojo que ahí vienen». Solo a mi, al especialista en defensa antirrobo, le birlaron 150.000 liras. Y los muchachos todavía se ríen recordando el incidente.

Para salir de Freetown por Kissy Rd. rumbo a Makeni, uno debe tomar una calle transversal, Mountain Cut, en la que el gentío solo te permite ir a vuelta de rueda. Los vendedores ambulantes asaltan los carros intentando venderte cigarros, coca-cola, cargadores de teléfono móvil, manzanas, calculadoras, agua embolsada (y helada, dice la propaganda)… También se reúnen allí todos los mendigos y ciegos del lugar, lazarillos incluidos, que en cuanto ven un carro con gente blanca dentro comienzan a recitar en voz alta sus miserias y a meter la mano por la ventanilla. Y ya nos advirtieron hace tiempo que entre los mendigos y ciegos también suelen aparecer amigos de lo ajeno que no desaprovechan la ocasión para llevarse lo que pueden.

Dieron un golpe fuerte en el Land rover y Edgar se bajó enojado y se encaró con el muchacho que lo había golpeado. Rene y yo volvimos la cabeza para ver qué estaba pasando, y uno de los cieguitos, que debía ver mas de la cuenta, me birló el teléfono celular que cándidamente había dejado en la guantera para ver si entraban mensajes.

Otra vez el cazador cazado.  Y ya os podéis imaginar la cara que se le queda a uno.

El jueves, día 5 de Enero, debemos volver a Fretown para pagar el boleto de avión de Rene, así que intentaré comprar un teléfono, al menos regular, que me permita seguir en contacto con vosotros. Incluso veré la posibilidad de que me den el mismo número.

Para quitar el mal sabor de boca, les he pedido a mis compañeros que pasemos un momento por Mabesseneh para saludar al Hno. Manuel Viejo y felicitarle las navidades y año nuevo. Así de paso nos invita a probar un poquico de turrón y a una copica de brandy. Puede parecer infantil, pero parece que sin turrón como que no es Navidad. Nos han acogido con la cordialidad de siempre y no solo nos invitaron a merendar, sino que nos regalaron seis barras de turrón y una botella de vino de la Rioja alavesa. ¡Toma ya!, esto si es otra cosa.

Sábado, 31 de diciembre del 2005: Nochevieja

¡Por finnnnnnnnnn!, de madrugada llegó el contenedor, pero con él llegaron los Siete Jinetes del Apocalipsis. ¡Qué final de año nos ha deparado Diosito!, no apto para cardiacos. Menos mal que teníamos reunión de líderes, y entre todos hemos controlado lo que pudo ser una desgracia tremenda. Dejadme que os cuente primero lo peor.

Toda la noche hemos oído crepitar el fuego en la distancia, por la montaña, pero al amanecer se nos ha presentado en las puertas de la casa gracias a la colaboración del Harmatan. Al bendito «viento del desierto» no se le ocurrió otra cosa que comenzar a desatar su furia y a dejarse ver antes de despedir el año. Rápidamente hemos rodeado la misión con un cerco de fuego que nos proveyese de un corta-fuegos natural, algo que todos hemos visto en las películas y que hoy resultó providencial para nosotros. Me emocionó el ver con qué pasión y coraje defendían los líderes algo que consideran su propia casa: la misión. Todos, hombres, mujeres y niños colaboraron hasta la extenuación en controlar el incendio y, gracias a ellos, por esta vez, lo podemos contar. Os mando unas fotografías desde el corazón de la noticia, que diría alguien. Tan cerquita, tan cerquita que la cámara no podía enfocar bien por el humo y la ceniza.

Por si alguno se está preguntando si no era más fácil llamar a los bomberos, la respuesta es sencilla: aquí no hay teléfono, ni existen los bomberos, ni en estos momentos es fácil conseguir el agua. Así que cada uno se tiene que rascar con sus propias uñas.

Me sorprendió enormemente ver a nuestra cocinera Neneh y a su grupo, cocinar para la comida de los líderes como si el incendio no fuese con ellas. Incluso se lo pregunté.

-¿No tenéis miedo?

-No, sabíamos que entre todos lo iban a sofocar y queríamos tener la comida lista para después.

Eso es confianza en la providencia divina, si señor.

Y ahora, lo mejor.

No me explico cómo el chofer pudo meter semejante camión en la misión. Era casi tan grande como el pueblo de Massaramanke y no os podéis imaginar la expectación que despertó en la aldea la llegada de semejante mole. Os puedo asegurar que es la primera vez que un «animalote» de ese calado aparece por estos lares. Lo hemos descargado en el antiguo edificio del OKP ante el bullicio y el griterío de los críos.

El primero que se bajó del camión fue Sophian. Le pregunté a ver quien era el agente de aduanas para llevármelo a la casa e «invitarle» a desayunar, y me guiñó el ojo sonriendo. Resulta que nadie, absolutamente nadie ha abierto el contenedor. Nos podíais haber enviado la Cibeles y la Puerta de Alcalá de Madrid, o El Caballo del Espartero, de Logroño, que hubiesen entrado como si nada. Tomad nota para próximos envíos. Y todo con un «toma y cómprale algo a tu familia» de parte de caritas. Ya os comentaré más despacio algunas de las «lecciones» aprendidas en esta primera experiencia, porque me ha tocado vivir en primera línea, junto con Edgar, todas las peripecias necesarias para la llegada del camión a Kamabai.

Por ahora mi agradecimiento sincero a todos los que hicisteis posible este primer envió de ayuda misionera. Especialmente a «las estrellas» del primer contenedor, una a cada orilla del Atlántico: Santiago Marcilla,  allende el mar, y a Sophian en nuestra orilla. Y como no se su apellido le podéis poner el que queráis: «El Inmutable», «El Impasible», «Paciencia Infinita», «Toro Sentado»… Todos ellos, y los que os queráis inventar, le vienen que ni pintados.

Sin cualquiera de los dos, Santi y Sophian, muchas de las sonrisas y los «ebohhhhhhh» de nuestros niños se hubiesen perdido. Ojala que algún día los pueda presentar el uno al otro. Se que Santi, un águila en el arte de retratar sin cámara, le haría una radiografía fidelísima. Yo me conformo con enviaros una fotografía del famoso Sophian a pie del camión. Y, como podéis comprobar en ella, cuando yo ya estoy «ardiendo» de impaciencia y de calor, el todavía permanece «helado» e inmutable. Que nos dure muchos años.

Hemos cenado sencillo, pero rico y juntos, gracias a Dios. Abrimos la botella de vino que nos regaló Manuel, y el turrón y el brandy pusieron en la mesa un toque navideño. ¿Qué más le puede uno pedir a la vida?, a no ser salud y paz, que diría mi madre. Tampoco pude cumplir con mi familia la ya antigua tradición de comerme las uvas brindando en la distancia con ellos. Siempre compraba unas uvas en Wal-Mart y, a las 4 en punto de la tarde (las doce en España), nos las comíamos juntos al compás de las campanadas de la Puerta del Sol de Madrid que me ponían por el teléfono.

Color esperanza

Hoy no hay cava ni uvas, estoy solo en mi habitación esperando el nuevo año mirando el reloj, porque quiero entrar en el 2006 oyendo una canción que me encanta, «Color esperanza», de Diego Torres. Disfrutadla conmigo.

«…Se que las ventanas se pueden abrir, cambiar el aire depende de ti.

Vale la pena una vez más.

Es mejor perderse que nunca embarcar.

Mejor sentarse a dejar de intentar, aunque ya ves que no es tan fácil empezar.

Se que lo imposible se puede lograr, que la tristeza algún día se irá.

Y sentirás que el alma vuela… al cantar una vez más.

Saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera.

Pintarse la cara color esperanza y mirar al futuro con el corazón».

Feliz Año Nuevo a todos.

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